martes, 31 de enero de 2017

Manzanares también está amenazado por las "Tierras Raras", por Antonio Bermúdez

Poderosos intereses de sociedades mineras multinacionales pretenden poner en explotación diferentes yacimientos de monacitas en los términos de varios pueblos de la provincia de Ciudad Real. Las prospecciones, catas y estudios previos ya están finalizados y, tras presentar los proyectos, han solicitado a la Junta las correspondientes licencias de explotación, alguna de las cuales podría concederse en pocos meses. Una de esas posibles minas a cielo abierto estaría situada en la falda de la sierra de Siles, a solo 12 kilómetros de nuestra ciudad.


Las monacitas son minerales que contienen metales escasos en la naturaleza, como el neodimio, disprosio, terbio y otros que, cuando estudiamos la tabla periódica de los elementos, aparecían en la fila de los lantánidos o “tierras raras”, pero que actualmente han adquirido un alto interés para diversos sectores de alta tecnología. La extracción de las citadas monacitas supone arrasar los cultivos de olivas, vides, cereales o monte bajo que existan sobre la superficie de la concesión, con el daño que supone para toda la fauna autóctona que en ella habita.



Luego hay que retirar con grandes palas mecánicas una ancha capa de tierra inerte hasta alcanzar los estratos de mineral. Ese mineral bruto se ha de llevar posteriormente a una planta de lavado y concentración, para lo cual se precisan grandes volúmenes de agua. El concentrado, rico en metales valiosos, se lleva entonces a otros países para su extracción, purificación y aplicación.



Toda esta actividad no es inocua: En primer lugar el movimiento de grandes masas de tierra provoca nubes de polvo que el aire arrastra a kilómetros de distancia. Esas partículas volantes son potencialmente peligrosas, pues dos isótopos del neodimio, el Nd144 y el Nd150, son radiactivos. Otros isótopos no radiactivos también tienen efectos nocivos para la salud cuando a través de los alimentos o del agua se acumulan en personas y animales. El polvo emitido contaminaría irremisiblemente las explotaciones agrícolas y ganaderas adyacentes a las minas, devaluando la calidad de sus producciones y poniendo en riesgo la salud de los consumidores.



Habrá otros efectos negativos secundarios, como el deterioro acelerado de las carreteras en las zonas de trabajo a causa del incesante tráfico de camiones de gran tonelaje desde la mina a la planta de lavado.  Otra gran preocupación es la utilización de grandes volúmenes de agua para el lavado del mineral que, una vez usada y sucia, podría contaminar el subsuelo afectando a otros acuíferos.



¿Y todo esto en qué beneficiará a nuestros pueblos? Se habla de la creación de 150 puestos de trabajo, pero paralelamente reducirán el empleo agrícola. En nuestra provincia, al lado de nuestras casas, se va a hacer el trabajo sucio, el más contaminante, el que deja secuelas a largo plazo. Los grandes beneficios de la empresa, obtenidos de la purificación y aplicación de esos metales se irán a otros países como Alemania, Suiza o Francia.



La experiencia de la Historia nos dice que estas explotaciones raramente compensan, pues no se trata de una actividad sostenible en el tiempo y al agotarse el yacimiento todo vuelve a quedar peor que antes. La explotación de las minas de Riotinto por los ingleses en el siglo XIX ocasionó centenares, tal vez miles, de muertos y una contaminación gigantesca de la zona con dióxido de azufre por la tostación de calcopiritas al aire libre. La mina de Aznalcollar que explotaba la empresa Boliden Apirsa provocó hace pocos años una enorme catástrofe medioambiental en el valle del Guadalquivir que han tenido que pagar todos los andaluces. El balance ha sido negativo.



Si analizamos hoy la situación social y económica de los pueblos que tuvieron minas en su entorno resulta deplorable. Se llevaron la riqueza y dejaron terrenos contaminados y desolación. Aprendamos de la Historia.



Los ciudadanos debemos estar alerta y tomar conciencia del riesgo que nos amenaza. Debemos seguir apostando por nuestra agricultura y ganadería sostenible sin dejarnos llevar por falsas promesas de empresas interesadas avaladas por políticos oportunistas. Más que nunca la unidad de colectivos y pueblos afectados resulta de crucial importancia para evitar abusos y exigir las máximas garantías para preservar nuestro entorno y nuestra salud.

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